December 02, 2006
En el camino: de Rajasthan a Uttar Pradesh
Para llegar al Taj Mahal, ponemos proa al Noroeste. Apenas salimos de Jaipur, todo se vuelve blanco. El oeste de Rajastahn está repleto de canteras de mármol. Un polvo blanquecino y fino cubre los primeros rayos de sol. Los oficios van cambiando y ahora son dominados por la industria marmolera: talladores, cortadores, acopiadores. Todo es blanco. (después entenderé los colores del Taj Mahal y el porque de tanta piedra). Rajasthan es brillante, sobre todo con el sol de mediodia.
Como me pasó cuando salimos de Gujarat, al entrar a Uttar Pradesh, el estado vecino a Rajasthan, comprobamos diferencias notables, no sólo en el paisaje, también en los haceres de la gente. Se terminan los cerros y colinas, el paisaje quebrado cede y comienza una sabana inmensa, casi un paisaje de Africa central. Y se termina también el mármol y aparecen los hornos de ladrillos. Toda la planicie esta salpicada de torres cortas y de aspecto medieval, que lanzan un humo negro y persistente. Al costado del camino, sin intermitencias, hileras interminables de ladrillos. Todo es mucho más precario. Se advierte, como en ninguno de los paisajes anteriores, una economía de mera subsistencia. Casi desaparecen los camiones de carga. Mundo rural.
Cuando llegamos a Agra, pronto advertimos que esta ciudad es sólo famosa por el Taj Mahal. Nada para destacar de una ciudad muy desordenada, sucia, que vive al ritmo de los turistas gringos que vienen a ver esa maravilla blanca que estoy pensando como poder describir con palabras más o menos justas. Una maraña de vendedores insistentes como en ninguna otra parte nos empuja directo al lobby del hotel, nos condena al HBO de la habitación, a la espera del otro día. Antes de dormirme, pienso en las cosas que genera el turismo masivo.
Como me pasó cuando salimos de Gujarat, al entrar a Uttar Pradesh, el estado vecino a Rajasthan, comprobamos diferencias notables, no sólo en el paisaje, también en los haceres de la gente. Se terminan los cerros y colinas, el paisaje quebrado cede y comienza una sabana inmensa, casi un paisaje de Africa central. Y se termina también el mármol y aparecen los hornos de ladrillos. Toda la planicie esta salpicada de torres cortas y de aspecto medieval, que lanzan un humo negro y persistente. Al costado del camino, sin intermitencias, hileras interminables de ladrillos. Todo es mucho más precario. Se advierte, como en ninguno de los paisajes anteriores, una economía de mera subsistencia. Casi desaparecen los camiones de carga. Mundo rural.
Cuando llegamos a Agra, pronto advertimos que esta ciudad es sólo famosa por el Taj Mahal. Nada para destacar de una ciudad muy desordenada, sucia, que vive al ritmo de los turistas gringos que vienen a ver esa maravilla blanca que estoy pensando como poder describir con palabras más o menos justas. Una maraña de vendedores insistentes como en ninguna otra parte nos empuja directo al lobby del hotel, nos condena al HBO de la habitación, a la espera del otro día. Antes de dormirme, pienso en las cosas que genera el turismo masivo.