November 09, 2006

 

Las primeras fotos de Ahmedabad

Hoy las imágenes toman el lugar de las palabras (click en las fotos para verlas más grandes)




November 08, 2006

 

Regateo en Law Garden

Ahmedabad es tan grande como sus contrastes. Cada excursión a la ciudad significa conocer nuevos lugares. El micro avanza raudo por nuevas avenidas y uno tiene la sensación que jamás pasó por allí y que jamás volverá a pasar. Ya los oídos se van a costumbrando al infierno doméstico de las bocinas sonando todo el tiempo. Y la ciudad también depara sorpresas emocionantes y rincones melancólicos y serenamente bellos.

Hoy nos llevaron a Law Garden. Es un jardín público seguramente construído por los ingleses, muy british, que es conocido localmente como el "Jardín de los Enamorados". La hora del día le daba un tinte tenue e invitaba a recorrerlo. Eso es lo malo de los viajes en grupos: difícilmente uno puede separarse del rebaño. Y el rebaño busca usualmente shopping. Así que me asomé apenas al parque y prometí una visita descansada para recorrerlo sin prisas. Pero a la vuelta de la esquina había una buena recompensa: La feria callejera de Law Garden. Había sabido de ella en las averiguaciones previas que hice en internet (primer consejo a seguir para quien venga aquí: buscar todo previamente en internet, es imposible encontrar buena información una vez en la India). Y era como me lo imaginaba: decenas de puestos de venta ambulante de montones de artículos textiles. Blusas, polleras, vestidos, almohadones, alfombras, carteras, de todo...

Lo esencial en Law Garden es el regateo. Nos lo habían advertido, e hicimos caso. Los precios usualmente empiezan altísimos y se termina pagando lo que el regateador esté dispuesto a ceder. Las personas que atienden los puestos vanamente intentan comunicarse en gujarati, el dialecto local. Lo único que entienden, en correcto o pésimo inglés - lo mismo da- es la pregunta: "How much?" Ahi empieza el show. Usualmente se responde con un simple "no, too expensive". Y se bajan los calzones rápido, amigo: enseguida preguntan al comprador cual es su último precio. Una compañera obtuvo por 100 rupias una blusa que cotizaba originalmente en 450. Pregunté el precio de unas carteras que me gustaron, y me pidieron 50 rupias (un dólar), con eso me llevo dos, fue mi oferta. Okey! Se tiran por la borda las teorías de la administración respecto a las políticas de fijación de precio; el límite lo ponen las ganas de gastar, o la decencia - y la verguenza- de no pagar un precio desleal por productos artesanales que significan mucho tiempo de trabajo.

Mientras recorríamos los puestos, montones de niñitos nos ofrecían incansablemente sortilegios decorativos de todo tipo, elefantitos colgantes, muñecos hindúes, estatuillas en barro, relojes de Korea o de ahi a la vuelta. Había caído la noche, y Law Garden era otra vez era un hormigueo incensante de vehículos y una sinfonía desafinada de bocinas.

November 07, 2006

 

Babel

Ni ayer ni hoy salimos del campus. Dos días de clase, estudio y vida social. Ya es hora que cuente un poquito acerca de la gente con la que comparto esta experiencia. Como es un programa Internacional del Govierno de la India, hay personas de los lugares más reconditos del planeta. Yo mismo soy un bicho raro. Cada uno tiene su costumbre, sus ropas, su música, sus comidas. Todos somos distintos pero iguales en la distancia.

Comparto departamento con Amid, de Siria, Tawali, de Swazilandia y Leeno Ackuij, de Islas Marshall, que es mi compañero de habitación. Amid es un "turco" gigante, barbado, con cara de bueno y dientecitos chiquitos, que parecen de leche y no coinciden con ese cuerpacho. Está feliz con todo lo que tiene gratis, y todo el tiempo declara a los cuatro vientos: for free!!! El compañeo swahili es un moreno petisito que siempre anda con su sombrero y su chaleco de safari, como si yo me paseara por aquí con un poncho o unos zapatos para bailar el tango. Leeno es casi un hawaiano, que habla un inglés con un acento y una pronunciación rarísimos. Nos llevamos muy bien, son buena gente. En el departamento de enfrente, Dalkosh de Uzbekistán comparte habitación con Mansour, de Palestina. Mansour se queja todo el tiempo de todo, un eterno pesimista de sonrisa calcada, que siempre ve el medio vaso vacio. El uzbeko parece no prestarle atención al mundo escudado en su reproductor de mp3 con música de su pais. Vino con una compañera, Salomat, que habla muy bien inglés. Esta pequeña tribu se completa usualmente con un simpático especimen de Islas Maldivas, que adora el fútbol y todo el tiempo me pregunta por jugadors, equipos, torneos. El fútbol abre el conocimiento a muchas personas. Afortunadamente hay dos colombianas con las que compartimos español y cierto sentido del humor latino, tan carente por estos lares. Además están los rusos, que apenas hablan inglés, y que mueren por viajar al mar y conseguir vodka.

Es interesante ver los atuendos para empezar a entender que distintos somos en tantas cosas. Hay tres o cuatro afganos absolutamente retro, con un look formal, pero extractado de una pelicula de nouvelle vague francesa de finales de los 50:Altos y flaquísimos, con pantalones pinzados que usan sujetos casi a la altura de las costillas, camisas rojas, mostaza, azules eléctricas y rigurosa corbata en color complementario, más zapatos puntudos charolados, y casi invariablemente un cigarrillo largo colgando de sus labios en los recreos.
Los africanos mezclan un estilo occidental con algún toque de color local, como camisolas largas y algún gorro multicolor. Frente a nuestra mesa usualmente se sienta una camada de iraquíes. Ellos usualmente llevan pantuflas, camisetas blancas, buzos de gimnasia. Las mujeres iraquíes usan un pañuelo en la cabeza para tapar el pelo. Las compañeras de Tonga, en cambio, andan siempre a la búsqueda de las flores que caen de un arbol que se parece a la camelia, para prendérsela en la oreja. Los nepalíes son los mas callados, casi diría sumisos. El lleva riguroso chaleco y camisa gris. Ellas unos atuendos muy coloridos, en sedas, con pañuelos siempre haciendo juegos, y zapatos con mucha brillantina. Toda la alegría y la expresión se les quedó en la vestimenta.

November 06, 2006

 

Un Mc Donalds sin Big Mac

Muchos me preguntan por las comidas. No es un asunto menor, la cosa se complica, y eso que nuestra comida es provista por el Instituto y han tratado de hacer un menú “Internacional”. Cada desayuno, almuerzo o cena significa una estrategia para intentar seleccionar y capturar algo comestible. Todo es muy picante o tiene un sabor de dudosa procedencia. Los más puristas podrán alegar que es bueno que pruebe nuevos sabores y experiencias culinarias. Creanmé que trato de hacerlo, pero todo tiene sus límites. No quiero imaginarme como sería esto para un turista promedio que se las tenga que arreglar en la ciudad para comer por su cuenta. Además del tamaño desmesurado de las ciudades y de la barrera obligatoria que imponen los 144 idiomas que se hablan aquí, los puestos de comida callejera dan ganas de salir rajando en una carrera de 100 metros libres. Y es muy dificultoso poder encontrar restaurants. Las distancias a recorrer pueden ser eternas, en calles abarrotadas de gente y en avenidas con un tráfico absolutamente caótico.

Hago lo que puedo con desayunos de pan lactal y almuerzos que invariablemente caen en la elección de arroz – lo sirven únicamente sólo cocido - con la salsa de algún guisado del día que usualmente deja la lengua knock out. Mal plan para mi sistema digestivo, no puedo imaginarme cinco semanas mas así. En estas condiciones, uno sueña con un asadito, un matambrito relleno, algún peceto mechado, las facturas de la media tarde, media docena de medialunas saladas, y hasta dos o tres tortas fritas de esas que vende la hija de Orlando en el puestito de debajo de la oficina de Ceplades.

Ayer nos dieron la tarde libre para volver a la ciudad. El bus nos dejó en el horno de las tres de la tarde en pleno centro comercial. Y, vaya maravilla, había un Mc Donalds en la esquina. Arrancamos con un conito helado, pero prometimos volver por más. A las siete de la tarde, habíamos juntado suficiente hambre para vengar nuestra necesidad de “some western taste”. El Mc Donalds es, detalles más, detalles menos, como todos en el mundo, aunque con toques locales originalísimos: Los menús se exponen en doble alfabeto, y de fondo uno puede escuchar todo el tiempo música cantada en hindi. Me acerqué al mostrador en busca de mi querido Big Mac, pero por mas que busqué, no pude encontrar nada parecido. Claro… ¿cómo va a haber Big Mac en un lugar donde las vacas son sagradas? Uno puede optar entre hamburguesas de pollo, de pescado y de vegetales - impensadas allá. Elegí un Mc Chicken con papas y coca con el mismo delicioso sabor globalizado de siempre. Que placer… En un acto lindante con el terrorismo grastronómico, me pedí una segunda hamburguesa, dándole a mi gula todos los gustos, y aprovechando los dos dólares que cuesta el menú. Estas cosas no se repiten muchas veces, amigos.

Con la panza llena, emprendimos el regreso de una hora en el micro. A esa hora, los indios celebraban no se qué con fuegos artificiales en las calles, y la ciudad comenzaba a despedir sus olores y hedores.

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